Esta ciudad costera estaba lejos de las fronteras
amenazadas por los enemigos del reino, para así poder mantenerla segura.
Halicarnaso se convirtió en la capital de un príncipe de la guerra, el lugar
perfecto desde donde dirigir a las tropas, gracias a las buenas vistas a los
posibles caminos de aproximación de las tropas enemigas,mausolo fue pues el
gobernante más destacado de la satrapía de Caria, y en aquella época era
habitual que el fundador de una ciudad recibiera los máximos honores y una
tumba en su plaza central. Después de la muerte de Mausolo, en el 353 AC, su
esposa Artemisia le sucedió en el gobierno e invitó a los mejores artistas
grietos para que construyeran la tumba de su difunto esposo, el mausoleo medía
aproximadamente 45 metros de altura, y cada una de las cuatro plantes era
adornada con relieves esculturales creados por cada uno de los escultores
griegos — Leocares, Briaxis, Escopas de Paros y Timoteo
Desde su construcción fue considerada uno de los monumentos más impresionantes del mundo, apareciendo en la lista de las siete maravillas del mundo, según Antípatro de Sidón, y más tarde pasando Mausolo a dar nombre a las grandes construcciones funerarias: los mausoleos.
Desde su construcción fue considerada uno de los monumentos más impresionantes del mundo, apareciendo en la lista de las siete maravillas del mundo, según Antípatro de Sidón, y más tarde pasando Mausolo a dar nombre a las grandes construcciones funerarias: los mausoleos.
El monumento soportó las invasiones y la destrucción
de la ciudad por parte de Alejandro Magno, pero finalmente fue destruido
por un terremoto en 1404. Durante ese siglo los Caballeros de la
Orden de San Juan utilizaron las piedras desprendidas para construir una
fortaleza amurallada con la que defenderse de los ataques turcos. La estatua
superior y algún friso que se salvó están hoy en el Museo Británico.
Friso de los arqueros adornaba el famoso palacio
mandado construir por orden de Darío I (522-486
a.C), que trasladó la residencia real y la administración del Imperio, desde Pasargadas hasta
Susa, la nueve sede.
Muy poco ha llegado de su riqueza constructiva y
decorativa, que debió ser inmensa. Pero se conservan en el Musée du Louvre abundantes
fragmentos de los frisos que decoraban la residencia real y que datan del siglo
V a.C.
Algunos, realizados en relieves esmaltados sobre
ladrillos, muestran a animales en procesión, unos reales y otros fantásticos,
inspirados sin duda en la famosa Puerta de Isthar de Babilonia.
Sin embargo, entre todos ellos hay que destacar el
friso que representa los arqueros. Los arqueros reales conformaban el cuerpo
más poderoso del ejército persa, que se integraba con diez mil soldados.
Equipados de arcos, flechas y lanzas, hasta finales del Imperio constituyeron el núcleo mejor
entrenado de todo el potencial bélico aqueménida. Este temible grupo de
soldados componentes de la guardia real eran también llamados los
"Inmortales", porque las bajas que se producían en las batallas eran
inmediatamente cubiertas por otros hombres de gran valía, preparados y
adiestrados para tal propósito.
En el Friso de Susa se les representa en hileras que
se aproximan al metro y medio de altitud. Ricamente ataviados, portan sobre el
hombro el armamento con el que eran conocidos, el arco y el carcaj, mientras
que con sus dos manos presentan las altas lanzas en gesto de saludo.
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