Mesopotamia
es el lugar donde se piensa que nace la escritura por primera vez en el 3350
a.C..
Las primeras
muestras de escritura realizadas por el ser humano proceden de la ciudad sumeria de
Uruk, erigida en la orilla derecha del río Éufrates, en la Baja Mesopotamia.
Allí, una expedición arqueológica alemana halló en 1929 millares de tablillas
de cerámica grabadas con signos cuneiformes –caracteres en forma de cuña– que
datan de alrededor del año 3300 a.C. Tras descifrarlas, lo que más asombró a
los especialistas fue que, en fechas tan tempranas, pudiera ser posible una
escritura tan precisa. Debía existir alguna explicación. Algunos creyeron
hallarla en el trabajo de los escribas, quienes, por prisas o por descuido,
fueron simplificando sus primitivos signos pictográficos hasta desembocar en la
caligrafía cuneiforme. No obstante, ninguna prueba arqueológica apoyaba esta
teoría. Durante decenios se mantuvo el misterio, hasta que fue desvelado de un
modo verdaderamente insospechado. En principio, se
trata de un sistema muy simple de registro o de inventario de bienes con
caracteres pictográficos. En poco tiempo, Mesopotamia desarrolló un sistema
completo: el sistema escritura cuneiforme, que mezclaba caracteres
pictográficos, ideográficos y fonéticos.
En Egipto la escritura Jeroglífica nace casi
al mismo tiempo que en Mesopotamia. En principio, se trata de una escritura
reservada a los sacerdotes; de ahí, su nombre (Jeroglifo significa lengua
sagrada). Se componía de signos (dibujos) pictográficos. El número de
pictogramas jeroglíficos varía de 700 en los primeros momentos a unos 5.000 al
final de su civilización. Sin embargo, los egipcios desarrollaron en el tercer
milenio antes de Cristo una escritura cursiva al alcance de todos los
funcionarios (los escribas). Era un tipo de escritura llamada hierática que
acabó siendo silábica y por tanto más práctica. Lo cierto es que en las últimas
dinastías, los egipcios desarrollaron un tercer tipo de escritura aún más
simplificado y popular, el demótico.
Arriba, una muestra de escritura ugarítica, de la que nació el primer
alfabeto de la historia.
La tablilla hitita –a la derecha– constituye un buen
ejemplo de cómo otros pueblos adoptaron la grafía cuneiforme casi sin
variaciones.
Los griegos –a la izquierda, una inscripción griega en piedra–
culminaron la evolución de la escritura, ya que crearon el alfabeto
representado por letras tal y como lo conocemos
Estas
medidas, sin embargo, pronto se mostraron insuficientes para el volumen de
negocios que movía el templo de Uruk, sede de un auténtico imperio comercial. Y
fue entonces cuando se produjo el paso trascendental que daría lugar a la
escritura. Las bolas huecas se sustituyeron por objetos planos de arcilla, más
sencillos de archivar que los calculi y más sólidos que las bullae.
La semejanza entre los primeros signos sumerios sobre tablillas y las formas de
aquellas primitivas fichas de contabilidad atestigua que la escritura sumeria
no la idearon tan sólo unos escribas que, por descuidados y apresurados, se
convirtieron en auténticos genios. Más bien fue la consecuencia de un sistema
de contabilidad que venía de muy lejos y en el que, desde luego, participó toda
la población. Aquel método de notación sobre tablillas utilizaba líneas rectas
o curvas para expresar palabras
No obstante,
para los sumerios todos los signos eran palabras. Incluidas las sílabas. Su
sistema de escritura, pues, no resultaba sencillo. Y aprenderlo requería años
de arduo esfuerzo. La figura del escriba se hizo entonces imprescindible. Si en
algún lugar el escriba es representativo de una civilización, resulta obligado
mirar hacia el Antiguo Egipto.La necesidad de registrar las mercancías o de
garantizar las transacciones comerciales propició la invención de la escritura
en Mesopotamia. Tras este punto de arranque, el sistema comenzó a ramificarse
hacia otras civilizaciones que realizaron sus propias aportaciones. Egipto, por
ejemplo, dejó a un lado la grafía cuneiforme ideada por los sumerios para crear
la escritura jeroglífica.
A pesar de
estos avances, no cabe duda de que el alfabeto constituye la forma más idónea
y, sobre todo, más adaptable de la escritura: un pequeño número de signos
gráficos convencionales que transcriben cada uno un único sonido. Este sistema,
tan sencillo y familiar para nosotros, constituye sin duda el invento más
revolucionario que haya producido la humanidad en el terreno cultural. Su
simplicidad, además, permite su uso por cualquiera y en cualquier idioma, tras
un breve periodo de aprendizaje.
No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen del alfabeto, aunque pueden calificarse de precursoras las escrituras semíticas occidentales, derivadas del jeroglífico egipcio.
No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen del alfabeto, aunque pueden calificarse de precursoras las escrituras semíticas occidentales, derivadas del jeroglífico egipcio.
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