03 septiembre 2013

MESOPOTAMIA O EGIPTO

Mesopotamia es el lugar donde se piensa que nace la escritura por primera vez en el 3350 a.C..
Las primeras muestras de escritura realizadas por el ser humano proceden de la ciudad sumeria de Uruk, erigida en la orilla derecha del río Éufrates, en la Baja Mesopotamia. Allí, una expedición arqueológica alemana halló en 1929 millares de tablillas de cerámica grabadas con signos cuneiformes –caracteres en forma de cuña– que datan de alrededor del año 3300 a.C. Tras descifrarlas, lo que más asombró a los especialistas fue que, en fechas tan tempranas, pudiera ser posible una escritura tan precisa. Debía existir alguna explicación. Algunos creyeron hallarla en el trabajo de los escribas, quienes, por prisas o por descuido, fueron simplificando sus primitivos signos pictográficos hasta desembocar en la caligrafía cuneiforme. No obstante, ninguna prueba arqueológica apoyaba esta teoría. Durante decenios se mantuvo el misterio, hasta que fue desvelado de un modo verdaderamente insospechado. En principio, se trata de un sistema muy simple de registro o de inventario de bienes con caracteres pictográficos. En poco tiempo, Mesopotamia desarrolló un sistema completo: el sistema escritura cuneiforme, que mezclaba caracteres pictográficos, ideográficos y fonéticos.
 En Egipto la escritura Jeroglífica nace casi al mismo tiempo que en Mesopotamia. En principio, se trata de una escritura reservada a los sacerdotes; de ahí, su nombre (Jeroglifo significa lengua sagrada). Se componía de signos (dibujos) pictográficos. El número de pictogramas jeroglíficos varía de 700 en los primeros momentos a unos 5.000 al final de su civilización. Sin embargo, los egipcios desarrollaron en el tercer milenio antes de Cristo una escritura cursiva al alcance de todos los funcionarios (los escribas). Era un tipo de escritura llamada hierática que acabó siendo silábica y por tanto más práctica. Lo cierto es que en las últimas dinastías, los egipcios desarrollaron un tercer tipo de escritura aún más simplificado y popular, el demótico.

Arriba, una muestra de escritura ugarítica, de la que nació el primer alfabeto de la historia. 



La tablilla hitita –a la derecha– constituye un buen ejemplo de cómo otros pueblos adoptaron la grafía cuneiforme casi sin variaciones. 



 Los griegos –a la izquierda, una inscripción griega en piedra– culminaron la  evolución de la escritura, ya que crearon el alfabeto representado por letras tal y como lo conocemos


                                                         


Estas medidas, sin embargo, pronto se mostraron insuficientes para el volumen de negocios que movía el templo de Uruk, sede de un auténtico imperio comercial. Y fue entonces cuando se produjo el paso trascendental que daría lugar a la escritura. Las bolas huecas se sustituyeron por objetos planos de arcilla, más sencillos de archivar que los calculi y más sólidos que las bullae.
La semejanza entre los primeros signos sumerios sobre tablillas y las formas de aquellas primitivas fichas de contabilidad atestigua que la escritura sumeria no la idearon tan sólo unos escribas que, por descuidados y apresurados, se convirtieron en auténticos genios. Más bien fue la consecuencia de un sistema de contabilidad que venía de muy lejos y en el que, desde luego, participó toda la población. Aquel método de notación sobre tablillas utilizaba líneas rectas o curvas para expresar palabras
No obstante, para los sumerios todos los signos eran palabras. Incluidas las sílabas. Su sistema de escritura, pues, no resultaba sencillo. Y aprenderlo requería años de arduo esfuerzo. La figura del escriba se hizo entonces imprescindible. Si en algún lugar el escriba es representativo de una civilización, resulta obligado mirar hacia el Antiguo Egipto.La necesidad de registrar las mercancías o de garantizar las transacciones comerciales propició la invención de la escritura en Mesopotamia. Tras este punto de arranque, el sistema comenzó a ramificarse hacia otras civilizaciones que realizaron sus propias aportaciones. Egipto, por ejemplo, dejó a un lado la grafía cuneiforme ideada por los sumerios para crear la escritura jeroglífica.

A pesar de estos avances, no cabe duda de que el alfabeto constituye la forma más idónea y, sobre todo, más adaptable de la escritura: un pequeño número de signos gráficos convencionales que transcriben cada uno un único sonido. Este sistema, tan sencillo y familiar para nosotros, constituye sin duda el invento más revolucionario que haya producido la humanidad en el terreno cultural. Su simplicidad, además, permite su uso por cualquiera y en cualquier idioma, tras un breve periodo de aprendizaje.
No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen del alfabeto, aunque pueden calificarse de precursoras las escrituras semíticas occidentales, derivadas del jeroglífico egipcio.

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