06 septiembre 2013
OSIRIS,HORUS, SETH
Según la mitología heliopolitana (Heliópolis), Geb (la tierra de Egipto) su esposa y hermana Nut (el cielo), dan vida a dos varones, Osiris y Seth, y dos mujeres: Isis y Neftis. Osiris se casa con Isis, y Seth con Neftis.
La leyenda da cuenta de los innumerables enfrentamientos entre Osiris y su hermano Seth. Geb (la tierra de Egipto) y su esposa y hermana Nut (el cielo), dan vida a dos varones, Osiris y Seth y a dos mujeres: Isis y Neftis. Osiris se casa con Isis, y Seth con Neftis. Gracias a un engaño, Seth logra asesinar a Osiris, lo descuartiza y oculta sus restos para evitar que encuentren su cuerpo, desperdigándolos por todo Egipto. Su mujer, Isis, enterada de lo sucedido, busca cada pedazo, día y noche, por todos los rincones de Egipto. Finalmente, Isis logra recuperar todos los restos de su difunto marido Osiris. Isis utilizó sus poderes mágicos para resucitar a su marido Osiris, que a partir de entonces se encargaría de gobernar en el país de los muertos, la Duat
También, utilizando su magia, Isis pudo concebir un hijo del resucitado Osiris: a Horus. Al poco tiempo de nacer, Horus, hijo de Osiris, fue escondido por su madre Isis y lo dejó al cuidado de Thot, dios de la sabiduría, que lo instruyó y crió hasta convertirse en un excepcional guerrero. Al llegar a la mayoría de edad, ayudado por los Shemsu Hor luchó contra Seth para recuperar el trono de su padre, asesinado por aquél. Seth quedó como el dios del Alto Egipto y Horus del Bajo Egipto. Posteriormente Horus fue dios de todo Egipto, mientras que Seth era dios del desierto y de los pueblos extranjeros. Este mito representa la lucha entre la fertilidad del valle del Nilo (Osiris) y la aridez del desierto (Seth).
Los protagonistas de este mito fueron objeto de cultos especiales a los que se entregaban todas las clases sociales. Así, las ceremonias fúnebres se inspiraban en la historia de Osiris, en quien se veía una promesa de inmortalidad. Isis, por su parte, aparecía como encarnación de los valores de la esposa y la madre, anticipando la figura de la Virgen María en el cristianismo.
Tras estos dioses descubrimos el pálpito de un pueblo, sus inquietudes y sus expectativas más íntimas, lejos de la imagen hierática que a veces nos inspiran los monumentos de esa civilización desaparecida.
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