El Imperio bizantino fue un Estado cristiano heredero
delI mperio
romano que pervivió durante toda la Edad Media y
el comienzo del renacimiento y se ubicaba en el Mediterráneo oriental. Su capital se
encontraba en Constantinopla cuyo nombre más antiguo era Bizancio.
También se conoce al Imperio bizantino como Imperio romano de Oriente,
especialmente para hacer referencia a sus primeros siglos de existencia,
durante la Antigüedad tardía, época en que el Imperio romano de Occidente continuaba
todavía existiendo.
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio
bizantino sufrió numerosos reveses y pérdidas de territorio, especialmente
durante las Guerras Romano-Sasánidas y las Guerras arabo-bizantinas.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un
bastión del cristianismo, e impidió el avance del Islam hacia Europa
Occidental. Fue uno de los principales centros comerciales del mundo,
estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área
mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos
y las costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se
conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del
mundo clásico y de otras culturas, algunos académicos, como Theodor
Mommsen, han afirmado que hasta Heraclio puede
hablarse con propiedad del Imperio romano de Oriente y más adelante de Imperio
bizantino, que duró hasta 1453, ya que Heraclio sustituyó el antiguo título imperial de augusto por el de basileus (palabra
griega que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín por
el griego como lengua administrativa en 620, después de lo cual el
Imperio tuvo un marcado carácter helénico.
En todo caso, el término Imperio bizantino fue
creado por la erudición ilustrada de los siglos XVII y XVIII y
nunca fue utilizado por los habitantes de este imperio, que prefirieron
denominarlo siempre Imperio romano durante toda su existencia, para asegurar el
control del Imperio romano y hacer más eficiente su
administración, el emperador Diocleciano,
a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido
como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos
partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba
asociado un vice-emperador y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el
sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no
concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas
partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como
nueva capital en 330.
La llamó Nueva Roma pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La
Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad,
que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo
de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en
adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su
influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I,
a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
Es de destacar una de las características de la
civilización bizantina es la importancia de la religión y del estamento
eclesiástico en su ideología oficial, Iglesia y Estado, emperador y patriarca,
se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera
fe (la ortodoxia) fue un importante factor de cohesión política y social en el
Imperio bizantino
El cristianismo primitivo tuvo un
desarrollo mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy significativo
el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandespatriarcados,
de los cuales sólo uno (Roma) era occidental; los otros cuatro (Constantinopla,
Jerusalén, Alejandría y Antioquía)
pertenecían al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue elPatriarcado de Constantinopla, cuya sede
estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron separándose
paulatinamente de Constantinopla, primero a causa de la herejía
monofisita, duramente perseguida por varios emperadores; luego, con
motivo de la invasión del Islam en el siglo VII, las sedes de Alejandría, Antioquía y
Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la
Iglesia Ortodoxa por atraerse a los monofisitas, mediante posturas religiosas
intermedias, como el monotelismo, defendido por Heraclio I y
su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de Constantinopla se
retornó definitivamente a la ortodoxia.
La Iglesia Ortodoxa sufrió otra crisis importante con
el movimiento iconoclasta, primero entre los años 730 y 787,
y luego entre 815 y 843. Se enfrentaron dos grupos religiosos: los
iconoclastas, partidarios de la prohibición del culto a las imágenes o iconos, y los iconódulos,
que defendían esta práctica. Los iconos fueron prohibidos por León III comenzando así las más
agrias disputas. Esto no se resolvió hasta que la emperatriz Irene convocó el II
Concilio de Nicea en 787 que
reafirmó los iconos. Esta emperatriz consideró una alianza con Carlomagno que
hubiera unido ambas mitades de la Cristiandad, pero que fue desestimada.
En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez
rechazó el primado de Roma, abriendo una historia de desencuentros que
culminaría en 1054, con el llamado Cisma de Oriente y Occidente. Focio se
esforzó también en equiparar el poder del patriarca al del emperador,
postulando una especie de diarquía o gobierno compartido.
El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación
de la Iglesia Ortodoxa en una iglesia nacional. Esto se reforzó más aún con la
humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado
temporal de la sede patriarcal a Nicea.
Durante el siglo XIV se desarrolló una importante
corriente religiosa, conocida como hesicasmo (del
griego hesychía, que puede traducirse como 'quietud' o 'tranquilidad'). El
hesicasmo defendía el recogimiento interior, el silencio y la contemplación
como medios de acercamiento a Dios, y se difundió sobre todo por las
comunidades monásticas. Su máximo representante fue Gregorio Palamás, monje de Athos que
llegaría a ser arzobispo de Tesalónica.
Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de
volver a la unidad religiosa con Roma: en 1274, en 1369 y en 1438, para conseguir la
ayuda occidental frente a los turcos. Sin embargo, ninguno de estos intentos
llegó a prosperar.
Durante este tiempo podemos encontrar que las pugnas
entre conservadores y liberales nunca fueron tan marcadas, ya que en ambas
facciones existían diversas posturas frente al conflicto Iglesia-Estado que
produjeron diversas formas de manifestación y en ocasiones conflictos internos
en ambos bandos.